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sábado, 21 de agosto de 2021

La Veela (relato corto)

El pelotón, tras una larga y penosa huída al completar  la misión, y  amparados por la noche, se internó en aquel bosque viejo y frondoso. Se movían como silenciosas panteras, sin hacer ruido, sin quebrar una sola rama, eran ocho fantasmas cansados y hambrientos.
Tras comprobar por enésima vez que nadie les perseguía, colocaron unas trampas y se pusieron a descansar bajo las ramas de un gran y viejo nogal.
Llovía mansamente y la frondosidad del árbol les protegía de la lluvia. Comieron de sus raciones de combate, para luego acomodarse lo mejor posible y esperar al amanecer.
Los turnos de guardia fueron tranquilos hasta que, justo antes de las primeras luces del alba, uno de ellos la vio.
Emitió la tenue señal de alerta y señaló a un punto determinado. 
Todo el grupo la vio, solo un instante, justo antes de desaparecer como un rayo de luna.
Se desplegaron en abanico y corrieron hacia allí. Nada, no había nada, pero todos reconocieron que era una mujer y parecía estar desnuda.
Intrigados y temiendo que fuera alguien que diera la posición del pelotón, decidieron rastrearla. Ya estaban a punto de desistir, cuando uno de ellos, descubrió una huella. ¡ Ya la tenían!
Aquí y allá, iban descubriendo las señales de las pisadas, poco a poco se internaron más y más en el bosque.
El día paso, siempre bajo la llovizna, los ocho hombres, olvidaron su hambre y su sed y su cansancio. Necesitaban capturar a la mujer y asegurarse de que no los delataría.
Llegó la noche y mientras buscaban refugio, la volvieron a ver.
Esta vez en un pequeño claro.
Con un hábil movimiento de pinza, la rodearon y ahí estaba. Una joven hermosa, de largos cabellos y cuerpo perfecto.
La joven mujer, en vez de asustarse, les sonrío y comenzó a cantar a la vez que iniciaba una danza sensual e hipnótica. 
El grupo, cansado y empapado, al principio miró con cierta incredulidad, ninguno hizo un gesto agresivo, simplemente se dedicaron a mirar maravillados la escena.
El jefe del pelotón, tomó una galleta energética y se la ofreció con una sonrisa amable.
Ella levantó los ojos y mirándolos indulgente, extendió sus brazos; todos cayeron al suelo inconscientes.
Despertaron casi a la vez, estaban en el interior de una cueva. Un alegre fogata iluminaba un círculo y proyectaba sombras sobre las paredes. Había también bandejas con carne asada y frutas, vino dulce y perfumado y se sentían descansados y seguros.
Ninguno dijo nada, simplemente comieron y bebieron y volvieron a dormir.
Descansaron unos días, no se preocuparon de hacer guardias y sus temores fueron olvidados.
Ninguno de ellos supo nunca, que en ese mismo bosque y en los días que ellos estuvieron en ese bosque, unas veelas, habían matado a todos sus perseguidores.

La misión del equipo había consistido en liberar a un grupo de mujeres presas del ejército serbio, ayudándolas a cruzar la frontera, para volver a territorio enemigo y esperar en aquel bosque las nuevas órdenes.

Fin

Rafa Marín

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