En este páramo de frío y nieblas,
en el que mi voz no te alcanzará;
porque eres la hoja que vuela,
caprichosa de aquí para allá.
Dejo un reguero de sangre y letras,
que duro el amor tener que suplicar,
cuando sé que serías dócil cometa,
por un frágil hilo dejándose atar.
Rafa Marín
Preciosa, Rafa
ResponderEliminarGracias, Quini.
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