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miércoles, 18 de agosto de 2021

El camino (relato corto)

Le seguía la pequeña polvareda que levantaban sus pies al caminar. Fijo en su mirada, un horizonte que se confundía con la noche. Por delante de él, el camino y su alargada sombra.
Atrás entre el tiempo y la distancia, quedaron su vida y toda la esperanza que puede un hombre tener.
Caminaba, porque para eso le dieron piernas y voluntad, mas nunca se quejaba; le enseñó la vida que llorar no siempre trae una teta de la que mamar.
Pero ya nada importaba, pues el horizonte se acercaba y él sólo deseaba llegar.
Dormir en los collados era cuanto quería, sentir el frío en la madrugada, la lluvia cuando caía y el cálido sol en la espalda.
Alguna vez se sintió acogido, otras tropezó con muros inexpugnables, pero casi siempre, recibió el saludo de los que menos tienen.
El camino le descubrió verdades, mentiras y el amor de tarde en tarde, como piedra o como el vuelo de una paloma, pero siempre fue un solitario siempre avanzar.
Busco la frondosa sombra y en los limpios arroyos sació su sed.
Del hambre conoció hasta los apellidos, pues en sus bolsillos sólo le cabían sus manos vacías y un poco de papel.
Cuando la fortuna le sonreía, la abrazaba sin preguntar y de su desdicha nunca hizo ni pregón ni gala.
El camino avanzaba y ya no se preguntaba ni dónde terminaba ni que le traería, pues descubrió que todo es bueno y malo, cuando no es peor.
Hizo un alto, más para tomar aliento que para descansar. Alimentó su insaciable necesidad y sonrió, pues aún estando allí, se sentía vivo y capaz.
Dormir siempre fue su sueño, para poder abrir los ojos y contemplar el amanecer junto al mar.
Así, día tras día, sin bajar nunca la cabeza, esperando que ese horizonte lejano se detenga y se deje alcanzar.

Fin

Rafa Marín

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