Que distante
y maldita hora,
tan llena de mares
que no te nombran.
Acaso por amarte,
mi alma ha de esperar
ese momento que
sin tú y yo reza,
para poder ser un día gloria?
Mil versos nada más
que en esta trágica comedia,
al inglés muerto rememora,
por no ser sólo
una triste sombra.
No te creo destino,
ya te creí una vez
y desde entonces mal vivo.
Atado a esta necesidad
que solo me lleva cual alud
en su eterno rodar.
Ya no me fío, mil sirenas
y un solo eterno cantar,
sueños de peregrinos,
sin Penélope ni reino
al que puedan regresar.
No, no gritaré tu nombre,
ni pondré coronas de espinas
en esta testa
en la que eres redoble.
No diré nunca más
ese obcecado, anda ven...
porque ya no sabrás a donde.
Rafa Marín