Muerta tú voz quisieron,
muertos tú ojos y risa,
por callarte tenían prisa,
pero inmortal te hicieron.
Tu boca, Miguel, como la brisa,
recorrió España y sus senderos,
como los perros sin dueño,
la libertad lleva por divisa.
Hambre, Miguel, y sufrimiento,
cebollas, que a soñar invitan,
mientras la vida te quitan,
vergüenza está dios sintiendo.
A Miguel Hernández.
In memorian.
Rafa Marín
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