Sobre la arena,
olvidado ya todo rastro de
vida,
la caracola, aún su color
lucía.
Amaneceres y vientos,
como sueños la envolvían.
Que lugar tan desierto,
que lento el tiempo
transcurría.
Una mañana de tibio sol de
invierno,
del suelo un niño la
recogía.
¡Oh! Portento en ella,
el mar oír quería.
Rafa Marín
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