Nacen del cielo,
estas gotas que son lluvia;
pan de oro en los desiertos,
del dátil es puro tormento.
Llueve; sin canciones,
ni cuevas con vírgenes dentro.
Con esa tristeza con la que mira
el chiringuito en su arenero.
Llueve y se viste la ciudad,
de claxones y de gente corriendo,
tragedias ya tan cotidianas,
como de la guerra los muertos.
Llueve;
con pasión inmisericorde,
con la tristeza de la primavera,
cuando poco a poco se va yendo.
Rafa Marín
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