La luz del Cañaveral,
entre reflejos de oro y verde,
imagina al pinzón cantar,
como mis ojos sueñan con verte.
¡Niña! Que no quiero dudas ya,
sólo que me visité la muerte.
¿Para qué este infinito palpitar,
si tú a mis ojos no quieres?
La luz que baña al cañaberal,
tan pura que del azul desciende,
habla de los suspiros del mar;
que tú coqueta, tan bien entiendes.
Rafa Marín
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