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jueves, 28 de junio de 2018

El faro (relato corto)

La tormenta y su oleaje azotaban inmisericordes al acantilado, retumbaban tierra y eco y las paredes mismas del solitario faro.  El aguacero se iba convirtiendo por momentos en diluvio y la galerna era como la ira desmedida de Poseidón; olas enormes de masa gris y crestas blancas, terror de quienes esperan a la flota que de las Indias se acercaba. Por el difuso y traicionero camino, un carro de viejas mulas transporta al farero y su carga de aceite y Brea, luz que en la noche será guía y esperanza.
El hombre se protege como puede de la furia de los cielos y sabe que de su tesón dependen las vidas y los tesoros que transportan los galeones, si escaparon a la rapiña del corsario y la corona inglesa. Las mulas piafan amedrentadas por el fragor y la luz de truenos y rayos, pero no decae el ánimo que sujeta las riendas y arrea decidido a los dos animales. De repente, como un mal milagro, un árbol cae herido y en llamas envuelto, alcanza al farero, a las mulas, al carro y a su carga. Justo antes de morir abrasado, piensa el hombre ... todo se perderá. Pero éste desconoce que la luz de la inflamada carga pone sobre aviso al marino que sobre la bamboleante cofa escruta con desesperación el oscuro horizonte.
Fin
Rafa Marín

martes, 26 de junio de 2018

Sueño

Bajo un manto de luna,
sueño de un imposible,
corazones rotos, un alma,
que entre ellos vive.
Acompaña a las estrellas,
a las veredas persigue;
un solitario vagabundo,
un...por todo se desvive.
A ratos calor y caricia,
otras, la crueldad que existe;
siempre verso en la boca.
Un pasado que callar
y mil penas que le siguen.
El ayer no se deja olvidar,
oscuros bosques que ven;
la tormenta siempre está,
los caídos la retienen.
Quijote, Cyrano y más,
solo loco por esta vida,
a la que aprieta sin cesar.
Rafa Marín

jueves, 21 de junio de 2018

La viajera (relato corto)

Se oye a lo lejos, al pasar sobre el puente nuevo, el pitido del tren. Viene rumiando la prisa y como cada mañana, ella toma su pequeña maleta y se pone de pie. Hay en el resto de viajeros una tensión y a la vez una media sonrisa; sólo el jefe de estación no mira. Se detiene el ferrobús y mientras los viajeros se apuran a subir, la chica permanece quieta, luego se vuelve y desaparece en el vestíbulo. El jefe de estación, como cada madrugada, en silencio la mira y en su mirada brota el brillo del amanecer junto a una lágrima. Pedro, ese día llegó justo para ver al tren partir, la chica que cada mañana no tomaba el tren se cruzó con él. Ella nunca habló con nadie, parecía no ver a los 6 ó 7 viajeros habituales que tomaban el primer ferrobus para que les llevara a la ciudad cercana. Con gesto cansado saco una cajetilla de tabaco y mirando al ferroviario le ofreció, el hombre tardó un instante en reaccionar, y con una sonrisa aceptó. ¿Quién es? Preguntó el chico; cada mañana la veo, pero nunca viaja. El hombre dio una calada profunda. Tengo café recién hecho, aún hay tiempo para el próximo tren, le contaré una triste historia. Pedro asintió y a la vez pensó que dada su profesión (era periodista), no estaría de más conocer el día a día de esa pequeña estación a las afueras de la gran ciudad. Juan, que así se llamaba el perenne ferroviario, sirvió dos pocillos de café y ofreció asiento al joven destro del gabinete de circulación. Suspiro y mirando con una seriedad casi monástica, le dijo: Todo comenzó hace mucho tiempo, ese día yo tenía descanso. Era una fría mañana de invierno y la joven fue a tomar el antiguo expreso que ya no pasa. Como tú, ella llevo un poco apurada, el tren ya iniciaba la marcha e intentó subir a él, resbaló y cayó bajo las ruedas. La joven era mi esposa, murió aquí mismo.
Fin

Rafa Marín

miércoles, 20 de junio de 2018

Rocío

Reluce cristalina la gota
que en la brizna es rocío,
mil esferas que juntas
humedecen al amanecer
las cunetas y su olvido.
Ayer rojas amapolas,
bañando pechos heridos,
hoy son como lágrimas,
sólo gestos sencillos.
La paz que me embarga,
el piar de los pajarillos;
hambrientas bocas,
invariables los destinos.
La mañana madurando,
sol que quiere ser estío;
verde y rojo en la vereda,
va amarilleando el trigo.
Rafa Marín

lunes, 18 de junio de 2018

La suicida (relato corto)

Sobre el mármol se dibujaban pequeños regueros rojos. Él miraba con la experiencia de los años; meneó la cabeza y soltó un exabrupto. Ella, inerte y ya casi rígida, le devolvía una mirada vacía y horrorizada a la vez. No aguantó más, apagó la grabadora y salió. Ya en el pasillo, con mano temblorosa encendió un cigarrillo. El agente de la científica apoyó una mano en su hombro, él lo miró, agradecía el gesto. Terminó el cigarrillo y dijo: ea, vamos, que desde aquí no se va a hacer la autopsia. Si, concluyó el agente. Manipulaba el cadáver con ternura, las marcas sobre la piel, comenzaban a tener un tono morado amarillento, hablaba de forma pausada, la grabadora daría fe de todo lo que allí se hablaba. El agente, callado y a la vez curioso miraba atentamente cada evidencia. El tiempo parecía volar, al cabo de unas horas, el forense apagó la grabadora y el agente cerró la libreta. Y?; preguntó el segundo. Todo parece normal para estos casos, respondió el médico, pero el daño cerebral me parece excesivo, hay algo que no cuadra. El policía esperaba apoyado en el coche, era temprano. Al poco llegó por el camino rural el médico forense. Se saludaron y caminaron hasta el pie del afloramiento rocoso; aún estaba acotado por la cinta amarilla y roja. El forense levantó la vista, imaginó. El policía esperaba apoyado en el coche, era temprano. Al poco llegó por el camino rural el médico forense. Se saludaron y caminaron hasta el pie del afloramiento rocoso; aún estaba acotado por la cinta amarilla y roja. El forense levantó la vista, imaginó. Vio como caía la chica, como se golpeaba una y otra vez y entonces lo vio. Está seguro que fue aquí, murmuró sin apartar la vista de la pared rocosa. Debería tener lesiones de protección en los antebrazos, tuvo tiempo de extender las manos para protegerse. El policía lo miró, casualmente, hay un testigo que grabó la caída en vídeo. Se ve perfectamente como cae, no hay nadie al rededor y no hace nada por protegerse. El informe sin embargo, fue de posible suicidio, con algunas dudas que no se pueden por ahora aclarar. Lo que nadie Vio, lo que ninguna cámara grabó, fue la espectral y demoníaca figura que abrazó a la chica y la hizo precipitarse por el barranco. Sólo los ojos de ella lo dijeron, pero nadie pudo entenderlos.
Fin

Rafa Marín

sábado, 16 de junio de 2018

Vejez

Compañera inseparable,
entre los años escondida,
vienes hoy para hablarme;
de todo lo que fue mi vida.
Los recuerdos imborables,
las noches de frías pesadillas;
también los encuentros amables,
no todo fue malo, aunque lo diga.
El mundo, su historia escrita,
razones no le faltaron a nadie;
todos en eso hoy se justifican.
Por eso, que las caricias no falten,
aunque los cielos nos maldigan.
Rafa Marín

Lamento

Voz que exhala mi pecho,
en este turbio sentir
que es el calor que siento;
clamor de mi pura piel,
enrojecida de tormento.
Mi boca anhela el limón,
zumo que calme la sed
y me saque deste infierno.
¿Acaso no pagué ya?
¿No quiere darme paz
ese Dios al que no siento?
La noche es venturosa,
sombra oscura y falaz,
sin sirena y sus lamentos.
Que si ahora me quejo,
no es por ganarme tu piedad;
sino para sacar este dolor,
que es el de un metal ardiendo.
Mi carne que sufriendo está,
abruma al músculo gris,
que ahora en su delirio
de la vida está maldiciendo.

Rafa Marín

viernes, 15 de junio de 2018

La vida

El devenir entre ajetreos fugaces,
cual invisible red de araña
que silenciosa nos atrae,
va dejando en nuestra piel,
que el tiempo en sí rae.
Heridas tan sentidas
que ni la muerte distrae.
Ve voluble vida y vive;
junto al precipicio este,
donde honestidad y paz,
son disfraces.
Digamos que la vida es una comedia,
a veces divina y otras...
equívoco fatal de nuestra historia.
Siempre buscado bailar al compás,
de la necedad más irrisoria.
Ellas, cuales Vestales,
ante el amor se sonrojan y,
ellos, el que menos gran capitán,
con bulos haciéndose historia.
Naderías y pocas vidas,
pasteles tras un cristal;
la vida mis adorables seres,
para mí es algo más;
sentir la hierba que crece
y la salada caricia del mar.
Perecer entre las dulces mieles
de quien por el amor se deja abrazar
y como no, zozobrar entre bateles
como hacen los marineros sin sus laureles.
Rafa Marín

lunes, 11 de junio de 2018

Miedo y valor

Hay, todos lo tenemos,
un miedo a veces vivo;
otras veces está muerto,
pero siempre consentido.
Hay, pero no lo creemos,
valor más allá de lo debido,
ese que tenemos dentro;
que nos hace estar vivos.
Como esos partidos sueños,
a veces por la injusta verdad,
que tan dolorosa ha sido.
Y otras, que más da ya,
por la vida que sin vivir se va,
mientras esperamos protegidos.
El miedo, escondido al mirar,
despertó en mí el valor antiguo;
ese, de intentarlo sin cejar,
hasta morir en el intento,
o volver otra vez a estar vivo.

Rafa Marín

domingo, 10 de junio de 2018

La sombra (relato corto)

Se deslizaba silenciosa bajo la luz de las farolas, a veces parecía desdibujarse al paso de algún automóvil, era como si cambiase de sentido en su callado caminar. Otras, como si de un fantasma se tratase, se paraba ante un escaparate y no se reflejaba; se quedaba ahí, como un borrón en el suelo y nada más. Desaparecía también sobre los charcos y en la más absoluta oscuridad; pero siempre volvía bajo sus pasos, nunca se quedaba atrás. Corrió, como corre el guepardo, como corre el tiempo en el reloj de la torre, de nada le servía, porque aunque no quisiera nadie verla, bajo el aguacero siempre esperaba a que la luz la despertarse. Era, por de alguna manera llamarlo, un mudo testigo de todas las vidas. Presente en cada acto de bondad, en cada fatal fechoría, de ella nadie se libraba jamás y nadie nunca la temía. Todos saben que nunca hablará y sólo Bucéfalo la temía. Fue resguardo y también alcahueta, con su silencio y su presencia. Ayer, entre las nubes, la brisa un hueco abrió y la vi, como si fuese una alegría. Como siempre callada, pero esta vez perfilada y nítida. Era mi sombra, una de esas otras que cada día a todos nos acompañan. Fin Rafa Marín

Llueve

Nacen del cielo,
estas gotas que son lluvia;
pan de oro en los desiertos,
del dátil es puro tormento.
Llueve; sin canciones,
ni cuevas con vírgenes dentro.
Con esa tristeza con la que mira
el chiringuito en su arenero.
Llueve y se viste la ciudad,
de claxones y de gente corriendo,
tragedias ya tan cotidianas,
como de la guerra los muertos.
Llueve; con pasión inmisericorde,
con la tristeza de la primavera,
cuando poco a poco se va yendo.

Rafa Marín

viernes, 8 de junio de 2018

Lluvia

Sobre los toldos tamborilea,
llevándose antiguos pesares;
el recuerdo de aquella mañana,
juguetes y la lluvia que cae.
Calles angostas y cielo gris,
lágrimas que el agua distrae,
que duro fue dejarte allí,
para correr como un cobarde.
Si digo, ¡que mal me sentí!;
el dolor lo sentimos iguales,
fue por no tener que mentir.
Tú y Yo, nadie más esto lo sabe,
una mañana tan triste y tan gris,
jamás lo volverá a ver nadie.

Rafa Marín

martes, 5 de junio de 2018

Niño

En las manos como un trofeo,
llevaba unas parcas briznas;
trigo que se libró de la trilla.
Cierro los ojos, imagino su sonrisa;
el rolar del viento en sus mejillas,
su pelo que flamea es un pendón negro.
En las manos llevaba trigo maduro
y un hambre que es antigua.
Corre por los campos desbocado,
apretando hirsutas las espigas,
ya imagina ese pan blanco,
que llenará su pequeña barriga.
Niño que no chista a los guantazos,
que su cabeza no humilla,
niño de ojos que son noche
y que tiene en el alma una herida.

Rafa Marín

lunes, 4 de junio de 2018

La luz

La luz del Cañaveral,
entre reflejos de oro y verde,
imagina al pinzón cantar,
como mis ojos sueñan con verte.
¡Niña! Que no quiero dudas ya,
sólo que me visité la muerte.
¿Para qué este infinito palpitar,
si tú a mis ojos no quieres?
La luz que baña al cañaberal,
tan pura que del azul desciende,
habla de los suspiros del mar;
que tú coqueta, tan bien entiendes.

Rafa Marín