La tormenta y su oleaje azotaban inmisericordes al acantilado, retumbaban tierra y eco y las paredes mismas del solitario faro. El aguacero se iba convirtiendo por momentos en diluvio y la galerna era como la ira desmedida de Poseidón; olas enormes de masa gris y crestas blancas, terror de quienes esperan a la flota que de las Indias se acercaba. Por el difuso y traicionero camino, un carro de viejas mulas transporta al farero y su carga de aceite y Brea, luz que en la noche será guía y esperanza.
El hombre se protege como puede de la furia de los cielos y sabe que de su tesón dependen las vidas y los tesoros que transportan los galeones, si escaparon a la rapiña del corsario y la corona inglesa. Las mulas piafan amedrentadas por el fragor y la luz de truenos y rayos, pero no decae el ánimo que sujeta las riendas y arrea decidido a los dos animales. De repente, como un mal milagro, un árbol cae herido y en llamas envuelto, alcanza al farero, a las mulas, al carro y a su carga. Justo antes de morir abrasado, piensa el hombre ... todo se perderá. Pero éste desconoce que la luz de la inflamada carga pone sobre aviso al marino que sobre la bamboleante cofa escruta con desesperación el oscuro horizonte.
El hombre se protege como puede de la furia de los cielos y sabe que de su tesón dependen las vidas y los tesoros que transportan los galeones, si escaparon a la rapiña del corsario y la corona inglesa. Las mulas piafan amedrentadas por el fragor y la luz de truenos y rayos, pero no decae el ánimo que sujeta las riendas y arrea decidido a los dos animales. De repente, como un mal milagro, un árbol cae herido y en llamas envuelto, alcanza al farero, a las mulas, al carro y a su carga. Justo antes de morir abrasado, piensa el hombre ... todo se perderá. Pero éste desconoce que la luz de la inflamada carga pone sobre aviso al marino que sobre la bamboleante cofa escruta con desesperación el oscuro horizonte.
Fin
Rafa Marín
Rafa Marín