Bajo este cielo de nubes, calor y bochorno,
siento el pulso vital del limonero que crece.
El fresco del agua que con avidez bebe
y el niño que tapa de la manguera el chorro.
Todo está, como se dice, donde debe.
El agua mojando vivificante mi torso,
mientras el zagal y yo reimos a coro,
los ojos de su madre nada hoy temen.
Rafa Marín
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