Frente a la tranquila dársena,
donde el mar deja de ser
y se vuelve seguro, esperaba.
Nunca temió verla aparecer,
por eso estaban listas las velas pesadas.
Un día la creyó ver y tensó maroma y jarcias,
desplegó las velas y se echó a la mar,
donde las sirenas siempre amores cantan.
Nunca más se le vio aparecer,
pero como siempre todos de él hablan.
Un holandés que en barco partió,
para entre tormentas vender su alma.
Rafa Marín
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