Si de este mundo que se nos hizo lejano,
quisieran las doradas arenas ser orillas,
sílices que bajo los soles por ti hoy brillan,
luz de un túnel que por fin está acabando.
Encontrar, besar tus dulces labios, mi chiquilla,
con el fuego de este corazón incendiado,
llamas del infierno al que está condenado,
porque tus azules ojos ni siquiera miran.
Y así, en esta cárcel que sin ser tu prisión,
es jaula y mástil y paredón sin sentido,
al que como un loco entrego esta razón.
Pues de que sirve este banal y duro sitio,
donde al hacer de mis tripas tu fiel corazón,
no llega de tu boca ni un leve suspiro.
Rafa Marín
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