Tumbado en mi cama, soñando con otros pueblos;
hombres, mujeres y niños, carne para este mundo cruel.
Oigo los soeces cantos, qué pobre y solitaria es la paz,
qué llena de falsas alegrías, una ficticia vida nada más.
Todo es sueño y fatal pesadilla, de las que libre jamás despertar,
porque ya no somos lluvia ni viento de poniente,
porque el fuego divino, ya no nos viene a calentar.
La naturaleza sigue viva y latente, pero nuestros ojos no ven,
están cegados por una dulce y lejana venda de cristal.
Una locura de sueños llameantes, una risa falsa, un cuerpo de usar y tirar,
mentiras que no paramos de gritar, estos lujuriosos versos.
Vivir la vida entre fracasos, ¿Acaso sirve de algo está sinceridad?
Sí lo único que me ata el mundo es un cordón que ya se volvió dogal.
Rafa Marín
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