Sin ser más que un fiel fantasma enamorado,
voy buscando entre el si y no, margaritas,
flores tan puras que ni las edades marchitan,
porque el mismo dios esa gracia les ha dado.
Luz que a mi mirada con su belleza irisan,
para con ellos ir la noche iluminando;
como si fueran dos grandes Selenes rielando,
sobre el mar de su ser y que mi sed no quita.
¡AY! No quiero volver para verla ahí sufrir,
que es su gozo lo que mis labios le ofrecen,
verter en sus oídos mieles, cual elixir.
Y así, mientras en ella la edad resplandece,
mi vida, es de amor, poco a poco morir,
pues a pesar del canto ella me desmerece.
Rafa Marín
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