Durante unos segundos estuvo desorientado, todo parecía estar igual, sólo que un poco menos cuidado, como con polvo de varios días.
Lentamente se puso en pie, se notaba mareado, cansado, hambriento. Se palpó la cabeza y notó un dolor agudo junto a la sien.
Ahora lo entendía.
Se había golpeado con algo y había perdido el conocimiento y tras caer entre los dos muebles, los demás le habían dejado de ver, así que salieron a buscarle.
- Si, eso era lo que había ocurrido, dijo en voz alta.
Salió a la calle y todo dejó de tener sentido. El parque estaba vacío, parecía abandonado desde hacía mucho tiempo.
Se dirigió hasta la salida, y de repente vio una sombra escabullirse en una tienda de souvenirs.
Corrió hacia el lugar y gritó, pero la sombra desapareció tras la esquina.
Giró en torno a sí un par de veces, recorriendo con la mirada puertas y ventanas. Aquí y allá, vio cristales rotos, barandillas vencidas y puertas descolgados.
No entendía que pasaba, solo de vez en cuando una sombra parecía mirarle, para luego escabullirse como si nunca hubiera existido.
Ya ha olvidado todo, salvo la existencia del parque y las sombras que acechan. ¿Acaso era ese su destino, recorrer urgente las plazas vacías, los restaurantes muertos y vislumbrar una sombra de tarde en tarde?
Ya no recuerda quien es, pero en un sucio y roto espejo, ve una sombra inmóvil, levanta la mano al igual que lo hace la sombra, sin duda es él, pero no le importa nada. Al fin y al cabo, que más da.
Nada sabe de su final, ni de la explosión de la bomba ni del inicio de aquella guerra que acabó con la humanidad.
Rafa Marín
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