Nada calma esta solitaria mañana,
ni ladridos, ni ayes, ni nada.
Solo la fresca penumbra,
del desordenado despecho.
Sobre el suelo mi espalda
y sobre la silla,
esta pierna que me mata.
¿Dónde estás chiquilla,
qué no te refleja mi mirada?
Atrapada te imagino en otros mundos,
entre el ir y venir,
de mil putas olas de plata.
Rafa Marín
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