Los acordes se funden,
con el temblor de la casa,
las paredes que crujen,
con cada tren que pasa.
Ya no hay risas de carpa,
solo viejos que se reúnen,
a la vez que los consume,
una vida que se les hizo larga.
Voluntades grises perdidas,
bajo torridos porches,
un torrente que nada arrastra.
Y el caudal de la calle,
es sólo otro mar que ruge.
Mareas que vienen y van,
para morir en la playa.
Rafa Marín
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