El grupo de soldados y personal civil, avanzaba sobre las vías del metro.
Sobre ellos el techo temblaba, el martilleo de la artillería era constante.
Rezagado, apenas un centenar de metros por detrás, otro grupo, se afanaban
en proteger a quien parecía un anciano.
- Ya casi estamos.
La explosión alcanzó al grupo de cabeza y la luz inundó el túnel.
El grupo rezagado pasó junto a los muertos y heridos. Estos fueron
ejecutados. Nadie debía quedar atrás y vivo, mantener el secreto era de vital
importancia. Por fin, al final del túnel se veían los aviones.
Un operador de radio, dio un nombre en clave y una orden escueta. El
aeropuerto no debe caer en manos del enemigo antes de la media noche.
El anciano asintió y dejó escapar una sonrisa malévola.
- La historia me dará la razón, dijo y se sentó sobre una piedra. Se sentía
agotado.
La oscuridad lo cubría todo, patrullas de soldados con una media luna
colgada al cuello, mataban a todos los que posaban acercarse a un avión. Cuando
recibieron a la pequeña comitiva, se sintieron por una vez algo más que simples
asesinos. Él les saludó con desgana al subir al avión.
- Lo hemos logrado, gritó una mujer.
Comprendió tarde que no había un sitio para ella en Junker que estaba a
punto de despegar.
- Es una desertora, dijo el anciano a los policías militares, es vuestra,
haced lo que queráis con ella.
El resto, junto con el anciano subieron al avión.
Al poco la ciudad en llamas quedó atrás.
El destino de este era un secreto, nadie supo nunca que despegó, como nunca
supo nadie, que horas más tarde se estrelló contra un poco montañoso de los
Pirineos.
Fin
Rafa Marín
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