Que ingrata esta soledad,
de pañuelo, mesa y mantel.
Asomado a una ventana,
que me dice que, "ya llegaré".
Que duro se hace esperar,
cuando no sabes para qué.
De tanto en tanto su voz escuchar,
escondida de mí otra vez.
Los sueños peregrinos,
que se volvieron, "mi mujer".
Rafa Marín
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