Dulzura, es su boca al hablar hecha verso,
un abanico de verdad siempre apreciado.
Dulzura, sus ojos al mirarme extasiados,
espejos que dibujan la soledad sin miedo.
Dulzura, la caricia, el roce de sus dedos,
pinceles son en mi espalda ilimitados,
sueños perdidos entre rizados arabescos,
de su amor miles de signos hoy incendiados.
Dulzura, como perfume de su piel perlada,
nácar irisado, seda y amaneceres,
luce su desnudez en belleza sin mácula.
Dulzura, la suerte que mis ojos no merecen,
cuando corriendo viene, para al abrazarla,
sentir la pasión, que dentro mi pecho crece.
Rafa Marín
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