Me
crié en la Andalucía más miserable. Había allí, un sitio al que llamaban las
cruces.
Una vez me contó mi
padre, que a ese lugar llegaban camiones con gente y que volvían vacíos.
Como no podía ser
de otro modo, fuimos a curiosear. Era un conjunto de cuevas, pero muchas
estaban cegadas. Cuando mi padre se enteró, me dio tal paliza, que nunca más
volví.
Hace unos años, fui
a esparcir las cenizas de mi padre al pie de un olivo que él había plantado.
Me pareció buena
idea volver a las cruces, pero las cuevas ya no estaban, en su lugar había un
agujero de unos 300 metros de hondo y del tamaño de 20 campos de fútbol.
Me senté al borde
del precipicio y me puse a pensar en aquella historia de los camiones.
Cuando volvía al
coche, Se me acercó un anciano, tenía la piel del cuello cuarteda por el sol y
el tiempo. Me saludó intrigado, y ya que estaba allí, le ofrecí un cigarrillo.
Lo tomó y me miró
con una interrogación en la mirada. Fumamos en silencio, como si esperáramos la
oportunidad para entablar conversación.
Miré el tremendo
agujero y casi sin interés, susurré ... las cruces ...
Me miró y negó con
la cabeza. Luego señaló con un gesto de barbilla hacia otro cerro un poco más
alejado, dijo.
Las cruces están
detrás. Es un sitio de muerte.
Rompí a reír y el
anciano se encogió de hombros.
Le ofrecí tomar
café y un poco de charla. Me miró agradecido. Subimos al coche y bajamos por la
carretera hasta la venta El Pollo.
Nos presentamos y
me miró curioso.
- O sea que usted
es el hijo de Marín, dijo sonriendo.
Le conté la
historia de las cuevas y la paliza. Riendo de buena gana, me espetó.
- Yo también pequé
a mi hijo. ¿Recuerda al "Mijita"?
- Claro, criaba
pollos de pelea. ¿Qué tal está?
- Murió hace un
año. Lo mataron en el fondo de la cantera.
No recordaba que el
"Mijita" tuviera padre. Le di el pésame y tras pagar los cafés y las
dos copas, me despedí de él.
Hace unos días, me
llamó el "Nano". Le comenté la historia y muy serio me dijo, que el
padre del "Mijita" había muerto una semana después que su hijo.
No sé si realmente
aquel anciano era quien dijo ser. Pero me han comentado, que pocos meses
después de mi viaje a aquel sitio olvidado por dios, aparecieron cuatro
cadáveres en aquella cantera.
En cuanto a las
cruces, comprendí que la paliza me la llevé por curioso y no por haber ido a
las cruces, lugar que nunca he visto, ni veré.
Fin
Rafa Marín
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martes, 15 de septiembre de 2020
Las cruces (relato corto)
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