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jueves, 17 de septiembre de 2020

La gatita (relato corto)

Era una calurosa noche de verano y la familia, como cada noche, se dispuso a cenar. Pero esa noche, iba a ser algo especial. Como si de un pequeño fantasma se tratara, apareció Kätzchen. Una pequeña gatita callejera, menuda y hambrienta.
El niño, en un arranque de espontaneidad saltó de la silla y con mucho cuidado, le ofreció un pequeño trozo de pollo. Su madre, viendo la sonrisa del niño, preparó un platito con comida y junto con un cuenco con agua, lo puso todo en un rincón al animal.
La mujer se sintió feliz y desde ese momento decidió que la gatita, formaría parte de la familia.
A base de comida, poco a poco se fue ganando la confianza de esta, consiguiendo que cada noche volviera. Poco a poco, las apariciones de Kätzchen fueron más habituales, hasta que una mañana, la encontró enroscada junto a la puerta de casa.
Preparó un pequeño lugar para Kätzchen, cama y comedero, en la terraza un cajón con tierra y hasta le compró un collar. El escuálido animal no engordaba, así que, con más paciencia que maña, la pudo introducir en una jaula. La llevó a la clínica veterinaria, donde Kätzchen, fue desparasitada.
La veterinaria, una chica amable y cariñosa, le informó de los pasos a seguir, de las pruebas a realizarle al gato: esterilización, vacunas, chip y alimentación.
Pasó una semana y el animal, pese a los cuidados, no mejoraba su aspecto. Montse, la llevó de nuevo, le realizaron pruebas y llegaron las malas noticias.
El pobre bicho estaba enfermo. Tenía leucemia, inmunodeficiencia felina y estaba preñada. Montse, sintió que todo le daba vueltas, pero no se arredró.
Lo primero esterilización y aborto, en las condiciones en las que estaba, no iba a soportar el embarazo y el parto. Se informó de cual sería la mejor alimentación y se preparó para atender a Kätzchen, lo mejor que pudiera.
Ante la inundación de vitaminas, reconstituyentes y cariño, la gatita, día a día, mejoraba ostensiblemente. Comenzó a hacer cosas de gatos. Saltaba por el sofá, perseguía a un pequeño ratón mecánico y a dormir a sus pies.
De tarde en tarde, parecía que la luz de Kätzchen, se iba a apagar. Pero Montse nunca se dejó vencer por el desánimo. El tiempo pasó y tanto Montse como Kätzchen, crearon un vínculo que nunca se había visto antes.
Pero claro, la realidad y agresividad de las enfermedades de la gatita, iban haciendo mella.
Una noche, Montse despertó y sintió que Kätzchen, se había subido a su pecho. Al principio pensó que la gata estaba jugando, pero al ver sus ojos se asustó.
Kätzchen, mirando fijamente a Montse, comenzó a hablar.
- No temas humana, has sido buena y generosa conmigo. No tengo nada para compensar todo el amor que recibí de ti. Pero quizás la vida te compense como mereces.
Montse, rompió a llorar y su marido la despertó cariñosamente.
Se levantó y buscó a Kätzchen, por toda la casa, sin ningún resultado. Pasaron varios días, colocó carteles, incluso habló con la policía. No tuvo ningún resultado.
Convencida al fin de que su amiga gatuna no volvería, fue a recoger la camita, cuando al levantar esta, vio una pequeña llave y una tarjeta de papel.
La tarjeta decía así:

Querida amiga, mi nombre no es Kätzchen, sino Bastet. Te dejo anotadas las coordenadas de un lugar en el que encontrarás un pequeño obsequio.
El lugar no estaba lejos, así que una mañana, tomó ropa de paseo y se dirigió hasta allí. No le sorprendió ver a muchos gatos en el lugar. Como tampoco le sorprendió que estos le abrieran paso hasta un pequeño montón de piedras.
Se arrodilló, apartó las piedras y vio el pequeño cofre. Lo abrió con cierta angustia y se quedó muda al ver lo que había en su interior. Allí, en mitad de un pequeño bosque de pinos, arrodillada ante un cofre abierto vio a una pequeña gatita, que maullo cariñosa.
Fin

(dense el placer e imaginen que dones tenía para Montse, yo me quedo con el del amor)

Rafa Marín

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