Hace muchos, muchos años, a la estación de aquella comunidad de seres y con
una periodicidad de dos meses, llegaba el tren economato. Era el momento más
esperado por todos, un momento efímero de prosperidad gracias al pillaje.
La mujeres se ponían sus vestidos más escotados y acompañadas por la
chiquillería, accedían al mismo dotadas de bolsillos ocultos, canutos afilados
de caña y una promesa en la mirada.
Todo se preparaba de antemano, las legumbres a granel, bacaladas, aceite e
incluso combustible, eran rapiñados de forma completamente descarada.
Recuerdo con total nitidez aquella vez. Era julio y como siempre, al caer
la tarde, el tren economato, se estacionó en la vía de servicio. Muchas
personas se acercaron a la estación, en sus ojos estaba dibujada la codicia.
Los empleados del tren, no eran los de siempre, sino hombres y mujeres, de
aspecto pulcro y mirada sagaz.
Algo no iba bien, los curiosos, poco a poco y con semblante preocupado, se
retiraron.
La noche dio paso a la segunda sorpresa. Cuatro vigilantes armados,
custodiaban el convoy.
La noche pasó y a las 8:00 horas, el tren economato, abrió sus puertas a
los vecinos. Todo estaba cambiado.
Las personas que atendían eran jóvenes y perspicaces, no permitían a más de
tres clientes a la vez y les acompañaban todo el tiempo.
La sisa parecía un imposible, así que el primer día, todo el mundo se
dedicó a husmear y buscar un talón de Aquiles por donde acometer.
Las horas pasaron y llegó la noche.
Los cuatro vigilantes, rondaban al rededor del tren, pero de repente, la
explosión de un petardo, rompió la tensa calma del villorrio.
Por doquier, aparecieron sombras, que rezuman odio, hambre y frustración.
Atraparon a los vigilantes y a todo el personal que atendía al tren
economato, los ataron y los sentaron en un descampado junto al tren.
Las gentes saquearon todo, dejando aquello que o no tenía utilidad o se le
apreciaba valor.
Tras una hora, y mientras el tren ardía por los cuatro costados, alguien
aleccionaba a los retenidos.
- Ni una palabra, insistia, esto ha sido una fatalidad y todo, por
desgracia, se ha quemado.
Luego se les soltó y se simuló que intentaban apagar el incendio. Se llamó
a los bomberos y la Guardia Civil, levantó atestado.
Al parecer, de forma accidental se originó un incendio y la población
advertida por los vigilantes, salvó a los empleados, no pudiendo rescatarse
nada de la voracidad de las llamas.
Pasados dos meses, otro tren economato se volvió a estacionar, con los
viejos empleados de siempre y con la misma disposición de sus clientes a
sustraer todo lo posible.
El tren siguió volviendo algunos años, hasta que un día no lo hizo.
Nadie preguntó por qué, pero todos sabían que por fin, los tiempos estaban
cambiando.
Fin
Rafa Marín
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