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domingo, 3 de marzo de 2019

El Strigoi (relato corto)

Poco a poco, todos y cada uno de los miembros de la familia enfermaron. La abuela miró a su nieto y éste, en silencio a la vez que asentía, abandonó la sala envuelta en una penumbra deprimente. Bajó al cobertizo y tomó una pala y un hacha, he tardado mucho, pensó.
Unas semanas antes...
El tío André había muerto, fue un hombre temido por todos, pero ahora, durante el funeral  por el rito ortodoxo, el Pope, había hablado de la resurrección y del perdón. Pero pocos de los presentes perdonarían al tío y mucho menos, volver a verlo vivir y caminando.
Los amigos y conocidos, tras el funeral se marcharon, quedando para la intimidad de la familia el trago del entierro.
La ceremonia ortodoxa, había sorprendido a propios y a extraños, menos a la abuela Mary. Ella, de ascendencia rumana, conocía bien el rito y desde siempre les había contado historias de aquel desconocido país.
El cementerio quedó atrás, como si fuera la orilla de un lugar al que nadie volvería nunca.
La cena, poco a poco se fue animando y la abuela Mary, les habló de oscuras historias, de malos sueños y noches de luna. Solo los más pequeños se sintieron inquietos, pero ella les sonrió y afirmó que no eran más que cuentos de vieja.
Con un trueno, se desencadenó la tormenta, un insistente aguacero lleno de relámpagos y rayos que parecían brotar del suelo.
Se prepararon velas y candelabros y cuando falló la corriente eléctrica, la casona quedó iluminada por la mortecina luz oscilante de los mismos.
A la noche siguiente comenzaron las pesadillas, crueles sueños llenos de sangre y sufrimiento. Los primeros en enfermar, fueron los niños, luego las mujeres y los hombres.
El médico no encontraba explicación y todos los análisis habían sido inútiles, solo la abuela Mary, conseguía aliviar aquella enfermedad con sus rezos.
- Strigoi, musitó.
Miguel, su nieto, la miró con interés.
- ¿Que es strigoi? Preguntó
La abuela Mary, con los ojos llenos de pánico, le contó una vieja historia, la de los hombres malvados como el tío André.
Él no dio mucho crédito, pero la cara de la abuela le llevó a dudar.
- Hay que extraer su corazón, quemarlo y tras enumerar unas plantas, hacer una infusión con ellas y las cenizas del músculo carbonizado.
Miguel se sintió espantado y rechazó esa idea.
La abuela le colgó del cuello un crucifijo y llorando se apartó de él.
El muchacho, al notar el peso del crucifijo, notó como si algo malo se fuera de su mente.
Pasaron unos días, la vieja casona seguía como poseída por una maldición y los enfermos empezaron a empeorar.
Esa misma noche, Miguel noto la mirada y asintió a su abuela, bajo al cobertizo y tras tomar una pala y un hacha, llamó a varios amigos.
Camino del cementerio les explicó lo que según su abuela ocurría.
Todos enmudecieron, pero siguieron a Miguel en su particular misión.
Aguardaron escondidos entre las lápidas y justo antes del amanecer lo vieron. El tío André volvía y se introdujo en su lugar de reposo eterno, cuando se cerró la lápida respiraron, el horror se dibujaba en sus rostros.
Aguardaron a que el sol con su luz desvaneciera todo rastro de miedo y duda.
Levantaron la lápida e hicieron aquello que debían. Tras decapitar el cadáver, extrajeron el corazón, la sangre permanecía fresca; como si fuera de una persona viva. Prepararon una fogata, en ella calcinaron su trofeo y con las cenizas aún calientes volvieron a la casona.
La abuela Mary, preparó su poción y los enfermos sanaron en pocos días.
La casa recuperó la normalidad, el tiempo pasó y la abuela se fue acercando a su fin.
Una noche, llamó a Miguel, y mirándolo a los ojos, le dijo:
- Recuerda que yo también seré lo que tú tío fue.
Miguel, asintió con una triste sonrisa, pero la anciana, con una mirada suplicante le hizo jurar que tomaría las medidas oportunas.
Muchos años después, murió Miguel, pero nadie sabía su secreto.
Nadie supo, que su vida transcurrió entre actos llenos de maldad buscando el ansiado poder que le haría vencer a la muerte. Así, fue como se extinguió la familia, la abuela Mary nunca sospechó que Miguel quería ser un strigoi.
Fin
Rafa Marín

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