Al poeta le dieron alas,
sus ojos que son un mar,
su boca siempre inquieta
y su forma de soñar.
De su mano los cielos,
se vistieron de amarillo,
que hermosa la casualidad.
Solo yo la he visto,
bajo la lluvia llorar.
Todo sin pretenderlo,
como queriendo jugar.
Su piel de seda blanca,
quién puede pedir más,
se volvió salada y dulce,
como de dioses manjar.
Así que si esto la seduce,
por ella podré cantar.
sus ojos que son un mar,
su boca siempre inquieta
y su forma de soñar.
De su mano los cielos,
se vistieron de amarillo,
que hermosa la casualidad.
Solo yo la he visto,
bajo la lluvia llorar.
Todo sin pretenderlo,
como queriendo jugar.
Su piel de seda blanca,
quién puede pedir más,
se volvió salada y dulce,
como de dioses manjar.
Así que si esto la seduce,
por ella podré cantar.
Rafa Marín
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