Ala de mosca que esparcida está,
sobre la superficie del limpio cristal.
Tú que mi mente con pólvora mezcla,
y ayudabas al cuerpo unas horas más,
al suplicio de aquel vivir, a aguantar.
Hoy te he vuelto a recordar,
en aquella sucia taberna,
en la que las mujerzuelas nos solían robar:
la vida las sobras y la cartera llena.
Ellas hermanas de la necesidad
y nosotros cansados ya,
de esparcir muerte y maldad.
Aprendimos a convivir sin casi poder hablar,
ensordecidos por el infernal canto,
de aquella cruel y maldita guerra.
Ruinas y nada más, mentes desechas
y el ansia desmedida por escapar.
Triste fue la ruindad de la navidad.
Ojos torpes y una mancha en el visor,
una maldita fatalidad que jamás podré olvidar.
Rafa Marín
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