Heridas hay que sanar no quiero,
el picor de mil ortigas
en mi pobre alma ahora sintiendo.
Siempre enrojecida,
siempre como un corazón latiendo.
Tú que sin venir ya estás
entre ajetreos, cotidianos momentos.
Tú guardiana y señora
de mis inquietos y tan duros sueños.
Manos suaves boca callada,
corazón como un beso dulce y tierno,
caricia cada madrugada,
cada mañana al despertar canto bello.
Rafa Marín
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