Levanto los
ojos al cielo
en este
vendaval que son
los
imborrables recuerdos.
Los años como
gotas de lluvia
sobre mi
cuerpo cayeron.
Aquella noche
que regresaba pronto
y te
sorprendía de mi huyendo.
Siguieron
noches de dura soledad
en bares
siempre repletos.
Las almas
sedientas de amor
parecían
arenas de un desierto
zarandeado por
la soledad
y las miradas
del desconcierto.
Atrás
quedaron, casi olvidados,
pero que
resurgen hoy
con esta tarde
de lluvia y versos.
Me invitan las
horas a pasear
por solitarias
calles de cemento.
Lejos quedó
entre los pinos
nuestro
fallido hogar y sueño.
Rafa Marín
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