¡AY! Silencio tú,
que me arropas.
Que con ímpetu
amordazas mi boca.
Que eres en mi cruz
y del fuego estopa.
Te haré en la noche luz
con los versos ahora.
Por qué me siento prisionero?
Si de sus ojos aún no pude
ver los límpidos destellos.
Si de ella sólo conozco
el sutil fluir de su verbo,
palabras incitando al juego.
Esta tarde llena de infinitos,
como entre galaxias silencios.
De horas perdidas y muertas
entre aquellos ajenos versos.
Saco urgente afilado lápiz
y en papel mi ser expreso.
Con las letras que llevo dentro.
Rafa Marín
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