El azul del cielo
se empeña cada día
en rivalizar con tus ojos.
Que tonto, aún no sabe
que él es sólo un reflejo
de la luz que emiten ellos.
¡AY! pobre lluvia de ayer
que no te vio a ti llorar,
de tus ojos no vio nacer
esa amargas gotas de cristal.
Y la brisa, ¿qué tiene que hacer
para con tu risa poder rivalizar?
Nada, sólo callada en la tarde
desde el mar tibia soplar.
Serán estas cosas mías de galán,
pero cada mañana al amanecer
por la ventana me pongo a mirar
como con paso urgente tú te vas.
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