De la dulzura de tus ojos,
siempre bañados en pena,
como un amanecer entre nieblas.
Grita mi voz a su antojo:
¡No te quiero querer, sirena!
Pues en este canto me enamoro,
un demonio que no acierta,
a distinguir entre el sonrojo,
lo que es querer de veras.
Con cariño.
Rafa
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