Veran desde hace ya algunos meses tengo un problema que no tardará en matarme.
No se por donde empezar, aunque tiene un principio.
Desde que nos separamos, Lucía y yo, empecé a ser un hombre feliz, no teníamos hijos y ella odiaba la casa, así que se largó y no me he molestado en saber de ella.
Cada domingo, salgo a pasear temprano, me gusta la brisa fresca de la mañana y la soledad del paisaje, aquel día fue distinto.
Un poco adelante, en la dirección en que caminaba, vi a 4 chicas jóvenes, entre los 20 y los ventipocos. En seguida se despertó en mi una media sonrisa. Todas llevaban un enorme consolador atado a la cabeza, despedida de soltera, pensé. Así que me acerque y las pregunté, buenos días, señoritas, ¿cuándo es la boda y quién es la contrayente?
Me miraron y una, mirando a otra, dijo:
Vamos, tú, que a este paso no te casas.
Dicho esto, se alejaron sin más.
Entonces, para mi sorpresa, las dos que se quedaron, mirándome muy serias, preguntaron a la vez:
Vives lejos, ¿te gustaría pasar el domingo de tu vida?
Ladeé un poco la cabeza y las miré con detenimiento. Me preguntaba si serían mayores de edad.
Respondí con cautela, que no era una broma que me gustara.
La que parecía más joven, se me acercó y rodeando el cuello, me besó, su lengua sabía dulce y sentí como mi pene despertaba.
Ey! Dijo la chica, parece que hay movimiento en los bajos.
Comenzando a pegarse más a mi.
La otra, comenzó a besar a la que me excitaba a mí. Serio, dije: vamos a mí casa, está aquí cerca y os va encantar.
Llegamos cachondos, entre beso y caricias cada vez más osados.
Pero antes de empezar, debería decir, quién soy o mejor, quién era.
Siempre he sido un hombre solitario. Aficionado a la escalada y sin otro amigo que el amor por la naturaleza. No sé por qué me casé, pero la verdad es que quedé escarmentado.
Decidí reformar la casa y como tenía más tiempo libra, empecé a ir al gym.
Mi vida sexual, era penosa, pues al ver mi pene, las chicas, como mucho aceptaban hacerme un felación, pues era descomunal.
Salía poco, pero nunca renuncié a la suerte. Y un día, fui agraciado con un boleto de la lotería europea, me tocaron 17 millones.
Me volví un sibarita, la mejor comida y bebida, los mejores muebles. Un coche deportivo y así, me dediqué a mí afición por las flores.
Mi casa, era de una sola planta, rodeada de un enorme jardín.
Continuemos con lo interesante y que me matará.
Al llegar a casa, las chicas pidieron asearse, mientras yo les prepara un buen desayuno.
Al parecer, en tamaño de mi sexo no les importaba.
Hice huevos de codorniz revueltos con virutas de jamón, café, tostadas y mantequilla y zumo de naranja.
Al poco apareció Iris envuelta en una toalla y Luna, completamente desnuda. Era escultural, estéticamente perfecta.
Desayunamos, evitaba mirar los senos juveniles de Luna, pero Iris no paraba de darle besos y ya desatada la urgencia, tomándola de la mano fuimos al dormitorio.
Reconozco que fue algo espectacular, me tumbaron en la cama y comenzaron a chupármela, disputándose quién se la metía más. Se alternaban, mientras una me ordenaba, la otra se sentaba en mi cara para que le diera placer. Yo me sentía enervado, entonces, Iris, mirándome llena de lujuria, dijo.
Lléname el coño de carne cabrón. Apoyé el glande entre sus labios vaginales y golosa su flor se abrió.
Sus gemidos apenas acallados por los besos de Lana llenaban el dormitorio como una sinfonía a la pasión. Eran dos chiquillas y yo, me fui yendo una y otra vez, hasta que solté un:
Ya no puedo más.
Entonces,Iris sacó una bolsa llena de coca, esnifaron y me miraron con dos brujas insaciables. No creo que la coca arregle nada, dije. No cariño, para ti tenemos esto, dándome una píldora dorada.
Como si fuese un milagro un milagro, volví a estar listo y así, nos alcanzó el martes.
Las miré y me miraron. He de ir a trabajar, pero no sé inmutaron. Me dieron una tarjeta Visa y Luna, sonriendo maliciosa dijo, el pin es 0666.
Era jueves cuando tras dormir 20 horas, llamé al trabajo, para decir que no me encontraba bien y que necesitaba unos días de descanso. Luego duchado y arreglado, me acerqué a un cajero. El saldo de la tarjeta era muy, muy grande, como para que 5 generaciones pudieran vivir a todo lujo y algo más.
El viernes, me llamó Iris, Luna y ella pasarían a recogerme para cenar.
Como la primera vez, la orgía sexual acabó tras casi 2 días de cocaina ellas y 2 pastillas doradas yo.
Cada vez que nos encontrábamos el tiempo de sexo era más largo, ellas se veían más jóvenes y guapas y yo empezaba a envejecer y a estar más demacrado; sólo mi pene parecía estar en forma.
Tras varios meses y viendo que mi salud empeoraba, me atreví a preguntar quienes eran.
Comenzaron a reír y tras empezar a besarse, me miraron como unas lobas.
Fue Luna, quien bajándome los pantalones respondió.
Somos dos sucubos y tú placer nos alimenta. Luego comenzó una felación voraz, entonces lo entendí todo.
Fin
Rafa Marín