Hoy la musa fue una mirada,
en la que incipiente,
una lágrima brillaba.
Fue ese te quiero sin trabas,
proferido en silencio.
Hoy la musa bien amada,
tenía tu dulce nombre
y en mis labios cansados,
por ti se hizo verbo.
Tus manos,
que a caminar me ayudaban.
Entre las sombras se hicieron:
primero seda cálida y suave,
y después un asa de hierro.
Rafa Marín
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