Mi voz de Simón,
mis manos temblorosas
y esta mirada vacía.
Un sueño al atardecer,
que se disfraza de alegría.
Sentir y por hacerlo ahí morir,
casualidades de esta vida.
Un suspiro que es proclama,
por tener la boca,
de ganas henchida.
Mil palabras nada más,
tras esta distancia maldita.
Rafa Marín
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