No,
no me arrepiento de nada.
Me gusta vivir y no ser del montón.
Correrías destempladas,
noches de solitaria pasión.
Entre los dientes un cuchillo afilado,
rojo clavel del reventón
y en la cabeza su impenitente tocado; siempre perdida entre los muros del paredón.
Hoy retomo la actividad laboral...
mis ojos y mis manos,
se cansaron de ver y no tocar.
Ellos siempre niños mercenarios,
ellas, como perros cansados de ladrar.
Nace el sol con rutilante brillo,
que va desde su amanecer
pintado de amarillo.
Se esconde ya viejo
y apocado
entre los hermosos rojos y los anaranjados.
Nace con la vitalidad de un chiquillo
y se acuesta cual viejo cansado.
Rafa Marín
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