Bajo el luminoso arco
que la fría luz recorta,
dos extasiadas sombras
sus manos hacen lazos.
Al cielo que las acusan,
en silencio tan osadas
desafian entre miedos,
ese amor que los asusta.
Ella cofia blanca y pura,
él negra sotana de credo.
Amantes que en un beso,
mil tabúes allí conjuran.
El atrio, el azul del cielo
y el sacro y duro silencio,
se vuelven todos dulzura,
quién llamo pecado esto?
Alma que a otra alma jura
ser de ambos amor eterno.
Y allí, en el rincón luminoso,
del más frío y largo invierno,
una voz entrecortada suspira
y la otra en ella encierra un te quiero.
Rafa Marín
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