No era su luz sobre el cielo
un disco de plata,
ni siquiera en el bosque
por entre las hojas,
su luz cual rayo se filtraba.
No era un queso
que en el fondo de un pozo flotaba,
ni con las olas del mar cada noche rielaba.
Era, eso si, manos nudosas,
que en el hospital a todos ayudaban.
Rafa Marín