Me asomo al vaho de la ventana,
al brillo de los charcos callejeros,
al viento que todo lo derriba,
al fondo cansado de su mirada.
Me asomo al dolor que en mí palpita,
al fuego de las chimeneas grises,
que se van cubriendo de ceniza.
Me asomo al hambre del pueblo
y a su sed insaciable de justicia.
Me asomo a mi soledad de poeta
y al eco callado de una risa.
Me asomo despacio, con la prudencia,
de quien una vez te quiso de prisa.
Rafa Marín
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