Ahora que tú te marchas,
como se van los ruiseñores,
cansados de batir las alas,
entre las más bellas flores.
No digas que tuve prisa,
en mis ojos mil dolores,
me recuerdan cada madrugada,
aquellos duros tropezones.
Déjarte marchar me dictan,
estas poderosas razones.
Con verte feliz me basta.
Si te sueño cada madrugada,
no es por tus labios sin sabor,
ni por tu risa que está perdida,
ni por el latir de tu corazón.
Si te sueño cada noche, niña.
A mal nunca te lo tomes.
Tú, diosa que en las alturas,
haces temblar a los hombres.
Deja que mi mente viva,
de esas pequeñas ilusiones.
Rafa Marín
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