Llega la noche infinita de estrellas
y la pálida luz
desdibuja en gris
a todos los gatos
que ahora,
buscan calor entre
callejones,
por siempre húmedos y mugrientos.
Maldita madrugada
dolorosa,
de frío y lluvia y
seres siniestros.
Cuajada de cajas de cartón
y almas perdidas en el sueño,
nunca vieron al fin realizado.
Se encumbran las vendedoras,
las de la felicidad
efímera,
aferradas al polvo blanco.
Como fantasmas agobiados,
que por la calle
deambulan,
ociosos como
girones humanos.
Ofrecen el sueño
de amor quimérico,
otras venden sus
mustios cuerpos,
todas casi por nada.
Desde este fondo
oscuro,
que es mi razón, miro ajeno.
Ensimismado en la
noche,
como si el pudor
no me dejara
hoy levantar la
mirada.
y desde mis
adentros,
casi imploro
dejarme arrastrar,
ser el barrizal inerte y sucumbir.
Tras un rato de
mirar, avanzo,
abatido hacia la
otra luz;
la multicolor y
bullanguera.
Así me diluyo en
la corriente,
siempre ajena y de
cuerpos felices.
Rafa Marín
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