Vas caminando sola,
encogida, aferrada al chal,
tus pasos vacilantes
te llevan calle abajo.
La tarde triste y gris,
la humedad empapándolo todo
y a lo lejos las luces del puerto.
Llamaba a socorro el campanario
y temiendo lo peor vas
con los ojos llorosos
y la esperanza de un susto.
Triste vida, mujer de marinero;
miedo cada noche
y anhelando ese amanecer
que te traiga la luz y el sosiego.
Rafa Marin
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