El trigo amarillea en la pradera,
mecido por la brisa que ya llega.
Sueña una madre conn sus hijos,
quizá quiera la suerte que los vea.
Allí, donde el mar golpea,
donde las playas son sangrientas,
se dibuja en los ojos el infinito,
porque la parca lo besa.
La maldad gobierna esos sitios,
que grises se volvieron marea,
teñidos de brutales sacrificios,
sus voces guturales airean.
Y la madre aún en su soledad espera,
que en la guerra no los hagan añicos.
Rafa Marín
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