De tanto desprecio me harté,
como los pobres de ser mendigos,
que sepas que ya eres olvido
y que nunca más para ti verso seré.
Del dolor hizo mi boca un silbido,
al que acude el viento en el cañaveral,
como si fuese ese antiguo pellizco,
que tanto dio que hablar,
en las noche que tanto he escrito.
Pero este amor se fue prendido,
de mil estrellas, luces que no dañaron mis ojos,
ni mi corazón de amar podrido.
Rafa Marín
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