Hoy, en este oscuro cristal,
con esta voz que en mis labios arde,
gritaría tu corto nombre,
aunque eso no te gustase.
Que no es solo la vida,
un cuerpo y tibia carne.
Ahora, que sé que en mí,
tu mente no se distrae,
ni por mis versos, amor,
un suspiro tú nunca lances.
Diré, Circe, que aunque no muera,
quizá el corazón me pares.
No, no suplicaré tu amor,
sino que con el sol delante,
me alejaré de este dura razón,
para no poder nunca olvidarte.
Rafa Marín
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