La fe que ya no mueve montañas
y esa esperanza que se volvió ayer.
Siempre preguntamos el por qué,
y entre la carencia y bonanza,
fuimos dejándonos de querer.
Nada acaba, porque todo es:
unas veces el jardín del mal
y porque no, un bendito Edén.
La noche, siempre arma cargada,
madrugadas que no tendré,
vive como grillo en su jaula,
esperando una ocasión tal vez.
Una apuesta a doble o nada,
en esta ruleta del revolver.
Temiendo acabar con nada
y soñando poder jugar otra vez.
Rafa Marín
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