Un triste regalo vuelto envoltorio,
Un trozo de papel arrugado y distante.
Al que nadie recuerda por insignificante.
Útil cual madero del tanatorio.
En su cuello otro colgado abalorio.
Como esa terraza siempre inquietante,
sin ser amenaza ni por un instante,
va siendo poco más que un vegestorio.
Un lejano recuerdo tan impostado,
por miedo olvidó elevar la frente,
para qué buscar gatas por los tejados.
Solo es este mísero presente,
viviendo de lo que ya ha gastado,
por no ser de la vida un penitente.
Rafa Marín