Hay una ciudad;
de adoquines sin nombre,
de carruseles apagados
y luminosas farolas;
de colas con hambre
y un frío que nadie nombra.
Una ciudad de parques desiertos,
de bancos partidos
y grandes gaviotas.
de adoquines sin nombre,
de carruseles apagados
y luminosas farolas;
de colas con hambre
y un frío que nadie nombra.
Una ciudad de parques desiertos,
de bancos partidos
y grandes gaviotas.
También de almas que vagan
y el eterno ruido de ambulancias
sin hospital de destino.
y el eterno ruido de ambulancias
sin hospital de destino.
Hay en mí,
una soledad tuya
que me conforta,
un eterno sentir tus latidos,
un martillo en la fragua.
una soledad tuya
que me conforta,
un eterno sentir tus latidos,
un martillo en la fragua.
Rafa Marín
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