A toda prisa recorre los oscuros y fríos pasillos. Las rodillas le sangran y una ceja palpita tumefacta en su cara, a tropezado varias veces, pero da igual, hay que llegar cuanto antes.
A su espalda, lejos aún, resuenan los pasos que le siguen, siniestros. Tropieza otra vez, es el pie de la escalera que sube a lo más alto de la muralla.
- Ya casi estoy, piensa. Al poco de empezar a subir, todo se ilumina con la lechosa luz de una luna llena. Los pasos continúan ganando terreno y su pecho se queja por el esfuerzo.
Alcanza por fin el camino de ronda y tuerce a la derecha. Bajo la luz de la luna ve a todos los guardias muertos, se detiene desolado.
Ahora los paso van delante y se alejan. Se sienta y fruto de la tensión rompe a llorar. Una mano se posa en su hombro, casi delicada. Sin volverse espera con los ojos cerrados. Siente otra vez la mano, esta vez apremiante. Suena una voz.
- ¿Cariño, estás bien?
Él responde.
- Si, no es más que esta dichosa pesadilla.
Fin
Rafa Marín