Acurrucado en la acera,
sentado frente al pequeño vaso vacio.
Aterido de frio y con el alma hambrienta,
miras como pasan ausentes los afortunados.
La esperanza desertó hace ya mucho
y los pocos girones que quedan
se escapan por tu mirada vacia.
Ahogas en vino barato cualquier indicio de protesta
y te reunes con los tuyos,
los desheredados,
en un vano intento por ser uno mas
y no ser señalado.
Rafa Marin
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