Con esta premura que no tengo,
voy levantando un alto muro.
A veces, son ladrillos enteros
y otras solo débiles arbustos.
Imagino que me perdi peimero,
como esas mentes basurero.
Aquí, ya renuncié a dolor alguno,
¿pues, de qué sirve sufrir,
cuando mi destino es el encierro?
Rafa Marín
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